Nous sommes aussi Charlie
La risa mata el miedo y sin el miedo no puede haber fe, porque sin el miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios.
El nombre de la rosa
La mañana de ayer nos despertamos con la noticia de que la sede de la publicación francesa Charlie Hebdo en París había sido asaltada por un grupo de hombres encapuchados, que habían asesinado a catorce personas (doce trabajadores del semanario y dos policías) y herido a otras cuatro. Conforme pasaron las horas los medios de comunicación fueron desgranando datos: un comando de tres individuos de entre dieciocho y treinta y cuatro años había perpetrado la masacre. Un sangriento punto y seguido a una historia que implica a la libertad de expresión y a las creencias religiosas.
Remontémonos unos cuantos años –casi diez- en el tiempo. En septiembre de 2005, el periódico danés Jyllands-Posten publicó una serie de caricaturas dedicadas a Mahoma, con el fin de ilustrar un artículo que versaba sobre autocensura y libertad de expresión. En líneas generales, la religión mahometana prohíbe la representación del profeta al considerarlas signo de idolatría (aunque la cuestión es bastante más compleja de lo que podría pensarse en un primer momento). Las reacciones no se hicieron esperar y fueron desde las críticas furibundas por la ofensa al sentimiento religioso al apoyo de otros medios. Entre estos últimos se posicionó Charlie Hebdo, que republicó en Francia las caricaturas de la discordia el día 8 de febrero de 2006, añadiendo además unas cuantas de cosecha propia.
Cronología de la polémica de las caricaturas (Fuente: Wikipedia en lengua inglesa)
El posicionamiento en este asunto costó a los responsables de la publicación una denuncia sustentada en la acusación de haber cometido delito de injurias públicas contra un grupo de personas en razón de su religión, del cual fueron absueltos al año siguiente. En su consideración, había que dar una respuesta a la autocensura y a las recriminaciones provenientes de algunos gobiernos occidentales. Fruto de ello fue el Manifeste des Douze: ensemble contre le nouveau totalitarisme, un texto en el que una docena de intelectuales llamaba la atención sobre el riesgo que suponía cortar la libertad de expresión por miedo a una reacción fanática. Entre los firmantes estaba Salman Rushdie, el novelista que lleva un cuarto de siglo con una condena a muerte a cuestas por cortesía del difunto Ayatollah Jomeini.
Los desencuentros entre la línea editorial del semanario y los radicales islámicos continuaron en años posteriores. El ascenso de estos últimos tras el optimista y fantasioso velo de la primavera árabe, fue objeto de crítica por parte de la revista, que recibió a cambio un atentado con cócteles molotov. Estos episodios refrescaban la memoria colectiva en torno a un asunto –el de las caricaturas de Mahoma- que pintó una metafórica diana en el personal de la revista, que ha pagado con sangre la devoción a unos valores y a unos principios que deberían y deben ser defendidos sin fisuras ni concesiones.
“Si nos planteamos la cuestión de si tenemos derecho a dibujar o no a Mahoma, de si es peligroso o no hacerlo, la cuestión que vendrá después será si podemos representar a los musulmanes en el periódico, y después nos preguntaremos si podemos sacar seres humanos… Y al final, no sacaremos nada más, y el puñado de extremistas que se agitan en el mundo y en Francia habrán ganado”. Así hablaba Stéphane Charbonnier “Charb”, director de Charlie Hebdo en una entrevista realizada por el periodista Miguel Mora y publicada en el diario El País el 19 de septiembre de 2012. Charb es una de las víctimas de la matanza de ayer.
Los límites de los derechos subjetivos constituyen uno de los aspectos más controvertidos del estudio del Derecho. A partir de la máxima de que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás, encontramos multitud de ejemplos concretos de conflicto –choque o roce- entre personas específicas y en torno a específicos derechos. Uno de los que más casos ha generado ha sido aquél que atañe a la libertad de expresión. El derecho a opinar libremente pensamientos entra más que habitualmente en conflicto con otros derechos como el honor, la intimidad, la propia imagen y, en el caso que nos ocupa, el sentimiento religioso. ¿Incluye la libertad de expresión al arte y a su capacidad para la sátira? ¿Implica el derecho a profesar una fe sin ser discriminado o perseguido por ello la facultad de reducir al silencio a quienes disienten y / o se burlan de la misma? La propia historia de las caricaturas indica que en los ordenamientos jurídicos de nuestro entorno hay legislación penal que incluye delitos contra el sentimiento religioso, no siendo nuestro Derecho una excepción (como recordarán quienes tengan en la memoria el caso Krahe). Las controversias entre la libertad de expresión artística y la presunta ofensa al sentimiento religioso han llegado hasta la Jurisprudencia europea, que ha dado una respuesta variable pero sutilmente inclinada a favor del segundo platillo de la balanza (sobre este particular puede consultarse el artículo “Arte, religion y derechos fundamentales. la libertad de expresion artistica ante la religion y los sentimientos religiosos (algunos apuntes al hilo del caso Javier Krahe)” de María Paz GARCÍA RUBIO (Anuario de Derecho Civil, tomo LXVII, fascículo II, abril-junio, 2014, pg.397-451). Podemos discutir la mayor o menor pertinencia de esas figuras en el Derecho punitivo contemporáneo; debemos reflexionar en torno al contenido de cada derecho, pero nada justifica el episodio acontecido en el día de ayer.
Es difícil expresar las implicaciones de lo sucedido en el día de ayer, así como sus consecuencias. Las personas que ha cometido la matanza han dejado patente su incapacidad para vivir en comunidad y respetar las normas que ésta se ha dado para mantener la convivencia. Es lo que tienen los fanatismos: ¿por qué hay que dialogar, contemporizar o ceder cuando se habla con la verdad revelada en la mano? El Derecho humano no tiene nada que hacer frente al mandato divino (debidamente expresado a través de intermediarios igualmente humanos). Vencer pero no convencer y en todo caso, fomentar el reforzamiento de otros fanatismos que se mueven en sentido contrario. ¿Qué efecto tendrá este acto en la creciente ola de racismo y xenofobia que asola Europa? Para esos otros radicales, no parece haber diferencias entre los conceptos “musulmán”, “árabe” y “magrebí”. Todos son uno y lo mismo, como los teurs de Tartarín de Tarascón o los moros a este lado de los Pirineos. Si a ello se suma la visión que se tiene de las personas migrantes que llegan, tenemos un caldo de cultivo en el que bien podría cocerse un conjunto de prejuicios tan antiguos como la propia humanidad. Sin embargo, los tres presuntos asesinos son nacidos en París y uno de los policías asesinados era de origen norteafricano. Por lo que respecta al aspecto religioso, hay que decir que es un flaco favor el que han hecho al Islam. La cultura musulmana ya no es identificada o percibida a través de su rico legado cultural (del que tenemos por aquí buenos ejemplos provenientes de la España andalusí) sino como una horda fanática empeñada en devolver a la humanidad a las cavernas.
Catorce personas han sido asesinadas en el día de ayer. Doce porque trabajaban en un lugar en el que se decidió que había que denunciar el chantaje inherente a la autocensura; dos en el cumplimiento de su deber. Una mirada a las portadas de Charlie Hebdo permite comprobar que no dejaban… no dejan (sí, en presente) títere con cabeza. Casi osaría decir que todos nos sentiríamos más o menos incómodos (y viva el eufemismo) ante alguna imagen en concreto, pero es inconcebible que esa desazón pueda convertirse en justificación para arrebatar una vida. Ninguna creencia o interpretación del mundo que coloque la vida de las personas por debajo de sus valores puede ser digna de consideración o de respeto.
Poco más se puede añadir, salvo que hoy (mañana y siempre) Zona Negativa también es Charlie.
Página oficial de Charlie Hebdo
Vía Zona Negativa http://www.zonanegativa.com/nous-sommes-aussi-charlie/
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